Fotografía de Patti Smith y Sam Shepard en 1971. © Judy Linn. | | | | Queridas lectoras, queridos lectores | | | | En 2016 Sam Shepard comenzaba a escribir Espía de la primera persona, el libro que se convertiría en su testamento literario. El autor norteamericano, célebre principalmente por su obra dramática y por su trabajo como actor, ya había anunciado en un párrafo de su anterior novela, Yo por dentro, que se veía aquejado de una dolencia, aunque por entonces lo hacía de forma velada. Estos síntomas resultaron ser ELA (esclerosis lateral amiotrófica), una enfermedad degenerativa que provoca una parálisis muscular progresiva. Debido a ella, el proceso creativo de Espía de la primera persona involucró a familiares del autor, que le ayudaron en la redacción del libro. Hannah, su hija, le proveyó de una grabadora cuando Shepard ya no podía seguir redactando a mano en sus cuadernos –la máquina de escribir nunca fue una opción, debido a los efectos de la enfermedad–. También contó con la ayuda de sus hermanas, que se encargaron de transcribir las grabaciones. Pero hubo otra persona clave en la escritura del libro, alguien que le ayudó en el proceso de edición: su amiga Patti Smith. Los dos artistas se habían conocido muchos años atrás, en 1971, y su conexión fue inmediata. Al poco tiempo escribirían juntos, en una sola noche, la obra Cowboy Mouth, y Shepard le regalaría a Smith su primera guitarra. De esos primeros encuentros siempre les quedaría un recuerdo imborrable, una huella de su amistad: el tatuaje de una luna creciente en la mano él, un rayo en la rodilla izquierda de ella. | | | | Fotograma de Días del cielo, película de Terrence Malick protagonizada por Sam Shepard, en el que se aprecia el tatuaje en forma de luna creciente en la mano del artista. | | | | En un emotivo texto que publicó en 2017 titulado «My Buddy», Patti Smith recuerda tanto su relación como el proceso de elaboración del libro: «Teníamos nuestra rutina. Levantarse. Prepararse para el día. Tomar café, un poco de comida. Ponerse manos a la obra, a escribir. Más tarde, una pausa afuera para sentarse en las sillas Adirondack y contemplar el paisaje. No necesitábamos hablar: eso es la verdadera amistad. Nunca sentirse incómodo en el silencio, que, bien recibido, sigue siendo una extensión de la conversación».
La enfermedad no solo marcó la redacción de Espía de la primera persona, sino que se convirtió en uno de sus temas principales («En estos momentos, nada parece funcionarme. Manos. Piernas. Brazos. Nada.») e impregna aquí los grandes temas que marcaron el resto de su obra: el juego entre observador y observado, las identidades que fluyen, las relaciones paternofiliales y el retrato de un Oeste norteamericano en constante redefinición: Arizona, apaches, tequila, inmigrantes esperando trabajo en las calles, Santa Fe, carreteras que bordean la costa, enchiladas, Pancho Villa, un porche, dos porches. | | | | «Mientras repasaba un pasaje en el que describía el paisaje del Oeste, de repente levantó la vista y dijo: "Lamento no poder llevarte allí"», nos cuenta Patti Smith. «Solo sonreí, de alguna manera él ya había hecho precisamente eso. Sin decir una palabra, con los ojos cerrados, caminamos por el desierto americano que extendía una alfombra de muchos colores: polvo de azafrán, luego rojizo, incluso el color del vidrio verde, verdes dorados y luego, de repente, un azul casi inhumano. Arena azul, dije, llena de asombro. Azul todo, dijo, y las canciones que cantábamos tenían un color propio».
| | | | Las novedades de la semana | | | | Esta semana publicamos la intensa, dolorosa y poética novela autobiográfica sobre la memoria y la decrepitud física de Sam Shepard, Espía de la primera persona, a la que le dedicamos esta newsletter. Una novela breve y fragmentaria, de arrebatadora belleza: el mosaico de su vida, escrito desde la enfermedad que marcó sus últimos meses, y que ha traducido Mauricio Bach. Celebramos también la publicación de un estuche especial en formato bilingüe en el que reunimos dos de las Tragedias de William Shakespeare: La tragedia de Hamlet, príncipe de Dinamarca y La tragedia del rey Lear, ambas con edición y traducción de Vicente Molina Foix. Una oportunidad maravillosa de reencontrarse con el escritor más célebre de la literatura inglesa (y probablemente de la literatura universal). Finalmente, en «Compactos» aparece el libro con el que debutó Juan Villoro, El disparo de argón, una novela que retrata un México convulso y reflexiona sobre la enfermedad y lo corrompido: una fábula sociofantástica y psicológica que descubrió a uno de los grandes autores de la literatura latinoamericana.
| | | | Píldoras para estar al día | | | | -
Los porches como fronteras El porche es un espacio con gran protagonismo en Espía de la primera persona: es lo que permite que uno de los narradores «espíe» al otro. Es también uno de los elementos más icónicos en la imaginería del Oeste americano: en el cine de John Ford, por ejemplo, es constante y determinante y simboliza la frontera entre dentro y fuera, entre lo privado y lo público, entre lo civilizado y lo salvaje. Más recientemente, Clint Eastwood lo usó magistralmente en ese gran canto a la concordia que es Gran Torino: el porche obligaba al anciano Walt a enfrentarse a la vida y a forjar lazos comunitarios. | | | | American Rural Barroque, fotografía de Ralph Steiner (1930). | | | | -
El Sam Shepard actor Además de su carrera literaria, Sam Shepard desarrolló en paralelo una carrera en el cine, que comenzó como guionista de la película Me and My Brother, en 1960. Más tarde trabajaría con Michelangelo Antonioni y otros en el guión de Zabriskie Point, y se ocuparía también en 1984 del guión de Paris, Texas, de Wim Wenders. Su carrera como actor comenzó con su aparición en Renaldo and Clara, la película surrealista que filmó Bob Dylan en 1975, y seguiría con algunas actuaciones estelares en películas como Frances (en la que conocería a su pareja por más de treinta años, Jessica Lange), El diario de Noah, o Días del cielo, de Terrence Malick. Os dejamos con algunas imágenes de su participación en esta última. | | | | -
Uno de los momentos más emotivos Espía de la primera persona comienza con una dedicatoria. Pero, al revés de lo que sucede normalmente, en este caso son los demás los que le dedican la obra al mismo autor: «A los hijos de Sam, Hannah, Walker y Jesse, les gustaría dejar constancia de su admiración por la vida y la obra de su padre y por el tremendo esfuerzo que hizo para acabar este libro». Como remarcaba Alexandra Alter en su crítica del The New York Times, este resulta «uno de los momentos más emotivos del libro, y pasa antes de que la historia empiece», porque nos recuerda la condición testamental de la novela, así como las dificultades que superó Shepard para escribirlo. | | | | -
«Ese campesino hijo de puta» Este fragmento del documental Patti Smith: Dream of Life, dirigido en 2008 por Steven Sebring, captura perfectamente la complicidad entre la cantante y el escritor. En él, los dos artistas rememoran su primer encuentro y los tatuajes que se hicieron, mientras cantan algunas canciones. Sobre él, cuenta la propia Smith: «Sam is playing Bo and as you can see, we always had a good time, even in the worse of times, together». | | | | | «A veces percibo que algo se cierne sobre mí. No sé muy bien qué es. A veces baja en picado como el viento. A veces es como las uñas o los dedos de los pies en el rompiente. A veces es un color.»
Sam Shepard, Espía de la primera persona | | | | | | Un abrazo, ¡y hasta dentro de dos semanas! | | | | Si has llegado a esta newsletter y no estás suscrito, puedes hacerlo aquí. Y si te ha gustado lo que has leído, no dejes de compartirla. | | | | |